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Publicado: Mar Nov 01, 2011 8:53 pm
Os dije que no iba a ser muy participativo pero que cuando tuviera algo que traeros lo haría. Lo cierto es que me encontraba bastante bien gracias a la dieta controlada. Pero como estoy detrás de que me reconozcan el problema en la Seguridad Social (problema crónico y discapacitante) empecé a comer normal. He visto pasar por delante todos los problemas que viví hace años en pocos días, lo que me ha dado pie a ver el problema con mucha mayor claridad.
Lo que vengo a presentaros es una explicación gráfica de mis síntomas. Imagino que no soy un marciano por lo que supongo que servirá como explicación para un buen número de casos como el mío. Espero que sirva también para que a algún facultativo (imagino que la mayoría se quedarán mirando para la Meca, como es su costumbre) se le encienda la bombillita.
EL CONTROL DE LA FLORA EN EL TUBO DIGESTIVO
Es un hecho científico constatado hace pocos años que la presencia de Helicobacter pilori en el estómago genera hiperacidez estomacal. Cuando se detecta la bacteria, un tratamiento encaminado a su eliminación elimina también la gastritis. Pero ¿por qué se produce esa hiperacidez cuando se presenta la bacteria en el estómago?
Se trata de un mecanismo de defensa. El sistema inmunitario activa la secreción del ácido clorhídrico con el fin de crear unas condiciones de pH extremas para eliminar el microorganismo. No siempre se logra, hay bacterias con una capacidad de adaptación asombrosa, pero se puede entender que el organismo se defienda así. No tiene otra forma ya que lo que ocurre en el interior del tubo digestivo en realidad ocurre fuera del organismo, lugar donde el sistema inmunitario es el que manda. Esa es la explicación de que haya antiácidos que, en realidad, son sustancias antiestamínicas, empleadas cuando hay una reacción alérgica. Son sustancias que controlan la actividad inmunitaria y, con ello, controlan la acidez estomacal.
No hay razón para no entender que en el intestino no pase lo mismo. El exceso de flora intestinal o la presencia de microorganismos indeseables genera igualmente una reacción inmunitaria. En el intestino la secreción que controla el nivel de pH es la bilis. Los excesos de flora en el intestino son controlados por el sistema inmunitario aumentando la cantidad de bilis presente en el intestino.
LÍMITE DE TOLERANCIA A LA FLORA
De una manera simplificada, el sistema inmunitario mantiene un control sobre el límite de concentración de flora que está dispuesto a permitir. El límite seguramente es variable según el sistema inmunitario de cada individuo y el microorganismo a controlar (la flora se compone de un gran número de especies distintas). A dicho límite genérico le llamaremos Límite de Tolerancia a la Flora o L.T.F. Para los incrédulos, ese límite pueden constatarlo personalmente tomando media docena de yogures en un sólo día.
En el gráfico adjunto podemos ver una evolución a lo largo del tiempo en donde en color rojo se muestra el L.T.F y en verde la concentración de flora dentro del intestino delgado. Téngase en cuenta que las concentraciones de flora pueden ser mucho más elevadas en el colon (intestino grueso) que en el intestino delgado. Eso es debido a que las paredes del intestino delgado son mucho más fáciles de atravesar que las del intestino grueso, por lo que necesitan estar mejor defendidas por el sistema inmunitario.
En el punto (1) vemos una situación normal. La concentración de flora del intestino fluctúa de día a día (2) e, incluso, fluctúa a lo largo del día. Esporádicamente, tras ingerir alimentos que no nos encontremos en situación de digerir bien (comilonas, intolerancias, cenas indigestas,...), la concentración de flora puede subir demasiado (3) hasta llegar al L.T.F. El resultado es una reacción inmunitaria en la que se combina una secreción extra de bilis y un bloqueo de su reabsorción a través del íleon (bloqueo de la circulación entero-hepática). Como consecuencia se produce una esporádica diarrea explosiva caracterizada por una gran cantidad de gases, síntoma de una alta concentración microbiana.
El resultado es el esperado. Por un lado la limpieza biliar elimina una buena cantidad de microorganismos (4), sobre todo los más sensibles al pH ácido, modificando las proporciones de las especies que componen el ecosistema intestinal. Por otro lado, el L.T.F. baja durante un tiempo, haciendo al intestino más sensible a la concentración de microorganismos temporalmente (5). Para los incrédulos, esta situación es fácil de comprobar: tras una gastroenteritis, la dieta debe cuidarse porque es fácil volver a tener episodios diarreicos (el intestino se vuelve más sensible).
Si se cuida la dieta y las malas digestiones son controladas, la flora permanece por debajo del L.T.F. y además, el L.T.F. puede paulatinamente ir adquiriendo su nivel normal (6). Hasta que, esporádicamente vuelva a ocurrir que la concentración de la flora vuelva a llegar a un nivel intolerable (7).
El problema se agudiza si tenemos, por ejemplo, una intoleracia a la lactosa sin saberlo. Las esporádicas diarreas explosivas se hacen más frecuentes de lo que se debería y el L.T.F. baja y baja hasta llegar a unos niveles cercanos a la intolerancia casi total (8). También puede ocurrir esta situación con dietas inadecuadas como el caso de dietas con mucha fibra, cenas ricas en vegetales con fibra, etc. Téngase en cuenta que la fibra insoluble no somos capaces de digerirla en absoluto, por lo que es alimento de la flora y aumenta su población. Hay que recordar siempre que lo que no digerimos ni asimilamos es alimento para la flora. Además, la fibra posee una acción añadida ya que favorece el arrastre de bilis hacia el colon, de ahí su fama de facilitar la evacuación. La bilis parece tener un papel importante en la generación de movimientos peristálticos del colon.
Cuando el L.T.F. está muy bajo (9) la situación se convierte en crítica. Es un momento en el que parece que todo sienta mal. Ya no solo aquello que alimenta la flora nos sienta mal, si no todo aquello que hace trabajar al hígado ya que, recordémoslo, las limpiezas se hacen a base de bilis, por lo que el hígado ha trabajado intensamente y se encuentra en una situación de sobre-esfuerzo. Es un momento de desconcierto y de no saber qué hacer. Hay muy pocos alimentos que estén libres de grasas, fibras insolubles y, en su caso, lactosa u otros componentes específicos de cada uno. Ni siquiera las diarreas son explosivas puesto que ya no hay microorganimos en gran concentración que limpiar. El intestino casi está desnudo e irritado y la bilis que pasa por él genera dolores intensísimos, tipo cólico, y las heces son muy irritantes de un color muy vivo, solubles fácilmente y con un olor muy característico: agrio.
FASES
Haciendo un resumen, podemos distinguir:
Fase A. Normalidad. No se requiere ningún cuidado especial en la dieta. Todo sienta bien. En caso de realizar algún exceso conviene cuidar durante algún tiempo la dieta para normalizar.
Fase B. Problemas habituales. Conviene conocer los alimentos que favorecen el crecimiento de la flora (vegetales con fibras insolubles como la lechuga, espinacas, acelgas,... frutas como la naranja, pera, manzana,... o legumbres como las lentejas, garbanzos, judías,...) para evitarlos si, esporádicamente, tenemos alguna diarrea explosiva. Por supuesto, cenas exentas de nada que se digiera mal como las típicas ensaladas, con el yogurcito desnatado con frutos rojos, habituales en las dietas femeninas que pretenden cenar "ligero". Ni que decir tiene que en caso de diarreas explosivas habituales, hacer un chequeo completo de los alimentos ingeridos habitualmente y eliminar cada uno de ellos durante unos días, buscando una mejoría.
Fase C. Fase crítica. A esta fase se llega tras no haber hecho el suficiente caso a la fase anterior. Normalmente empecinados en mantener en nuestra dieta alimentos que, por malos consejos de amigos, de la publicidad o de algún medicucho insolvente, estamos "seguros" de que nos benefician. El ejemplo más típico son los bífidus y sus primos cercanos. "Si estás bien tómalos para cuidarte". A la cárcel deberían ir por aconsejar algo que no está demostrado que sea inocuo. Sólo una dieta muy muy controlada permite salir del atolladero: arroz blanco, patata cocida, pollo y pescado cocido, papilla infantil con leche vegetal, plátano, etc. No sólo hay que eliminar fibras insolubles de la dieta (sólo estoy seguro de que el plátano es un vegetal que está libre 100%) si no eliminar completamente las grasas por el desgaste que ha supuesto al hígado. Además, hay que hacer 3 comidas principales (con una ingesta muy muy controlada) y 2 comidas de mantenimiento (almuerzo y merienda) con una pequeña ingesta para evitar pasar demasiado hambre entre una comida principal y otra. Habitualmente tomo un plátano, una torta de anís y una infusión, por ejemplo.
Fase D. Pseudonormalidad. Ya nunca volverá a ser lo mismo. El sistema inmunitario aprende y le cuesta olvidar lo que aprende. La dieta siempre deberá cuidarse si no queremos volver a rebajar nuestro L.T.F.
EL CONTROL DE LA DIETA
La buena noticia es que se puede ser asintomático con una dieta cuidada. Cada fase requiere una dieta diferente (de ahí que haya hecho la distinción entre fases). Es decir, se puede estar muy mal y ser asintomático (doy fe). La diferencia con un estado normal es que hay muchos alimentos y hábitos alimenticios (como el de comer entre horas o ir a tomar el aperitivo antes de comer) que pueden producirte problemas. El principal problema, como se habrá dado cuenta el avispado lector es que no hay otra forma de conocer nuestro L.T.F. que ver hasta donde podemos llegar sin tener problemas. El problema es que una vez que sabemos donde está, cuando vemos las consecuencias de haber llegado hasta él, ya se ha reducido y es más fácil volver a caer.
Lo que vengo a presentaros es una explicación gráfica de mis síntomas. Imagino que no soy un marciano por lo que supongo que servirá como explicación para un buen número de casos como el mío. Espero que sirva también para que a algún facultativo (imagino que la mayoría se quedarán mirando para la Meca, como es su costumbre) se le encienda la bombillita.
EL CONTROL DE LA FLORA EN EL TUBO DIGESTIVO
Es un hecho científico constatado hace pocos años que la presencia de Helicobacter pilori en el estómago genera hiperacidez estomacal. Cuando se detecta la bacteria, un tratamiento encaminado a su eliminación elimina también la gastritis. Pero ¿por qué se produce esa hiperacidez cuando se presenta la bacteria en el estómago?
Se trata de un mecanismo de defensa. El sistema inmunitario activa la secreción del ácido clorhídrico con el fin de crear unas condiciones de pH extremas para eliminar el microorganismo. No siempre se logra, hay bacterias con una capacidad de adaptación asombrosa, pero se puede entender que el organismo se defienda así. No tiene otra forma ya que lo que ocurre en el interior del tubo digestivo en realidad ocurre fuera del organismo, lugar donde el sistema inmunitario es el que manda. Esa es la explicación de que haya antiácidos que, en realidad, son sustancias antiestamínicas, empleadas cuando hay una reacción alérgica. Son sustancias que controlan la actividad inmunitaria y, con ello, controlan la acidez estomacal.
No hay razón para no entender que en el intestino no pase lo mismo. El exceso de flora intestinal o la presencia de microorganismos indeseables genera igualmente una reacción inmunitaria. En el intestino la secreción que controla el nivel de pH es la bilis. Los excesos de flora en el intestino son controlados por el sistema inmunitario aumentando la cantidad de bilis presente en el intestino.
LÍMITE DE TOLERANCIA A LA FLORA
De una manera simplificada, el sistema inmunitario mantiene un control sobre el límite de concentración de flora que está dispuesto a permitir. El límite seguramente es variable según el sistema inmunitario de cada individuo y el microorganismo a controlar (la flora se compone de un gran número de especies distintas). A dicho límite genérico le llamaremos Límite de Tolerancia a la Flora o L.T.F. Para los incrédulos, ese límite pueden constatarlo personalmente tomando media docena de yogures en un sólo día.
En el gráfico adjunto podemos ver una evolución a lo largo del tiempo en donde en color rojo se muestra el L.T.F y en verde la concentración de flora dentro del intestino delgado. Téngase en cuenta que las concentraciones de flora pueden ser mucho más elevadas en el colon (intestino grueso) que en el intestino delgado. Eso es debido a que las paredes del intestino delgado son mucho más fáciles de atravesar que las del intestino grueso, por lo que necesitan estar mejor defendidas por el sistema inmunitario.
En el punto (1) vemos una situación normal. La concentración de flora del intestino fluctúa de día a día (2) e, incluso, fluctúa a lo largo del día. Esporádicamente, tras ingerir alimentos que no nos encontremos en situación de digerir bien (comilonas, intolerancias, cenas indigestas,...), la concentración de flora puede subir demasiado (3) hasta llegar al L.T.F. El resultado es una reacción inmunitaria en la que se combina una secreción extra de bilis y un bloqueo de su reabsorción a través del íleon (bloqueo de la circulación entero-hepática). Como consecuencia se produce una esporádica diarrea explosiva caracterizada por una gran cantidad de gases, síntoma de una alta concentración microbiana.
El resultado es el esperado. Por un lado la limpieza biliar elimina una buena cantidad de microorganismos (4), sobre todo los más sensibles al pH ácido, modificando las proporciones de las especies que componen el ecosistema intestinal. Por otro lado, el L.T.F. baja durante un tiempo, haciendo al intestino más sensible a la concentración de microorganismos temporalmente (5). Para los incrédulos, esta situación es fácil de comprobar: tras una gastroenteritis, la dieta debe cuidarse porque es fácil volver a tener episodios diarreicos (el intestino se vuelve más sensible).
Si se cuida la dieta y las malas digestiones son controladas, la flora permanece por debajo del L.T.F. y además, el L.T.F. puede paulatinamente ir adquiriendo su nivel normal (6). Hasta que, esporádicamente vuelva a ocurrir que la concentración de la flora vuelva a llegar a un nivel intolerable (7).
El problema se agudiza si tenemos, por ejemplo, una intoleracia a la lactosa sin saberlo. Las esporádicas diarreas explosivas se hacen más frecuentes de lo que se debería y el L.T.F. baja y baja hasta llegar a unos niveles cercanos a la intolerancia casi total (8). También puede ocurrir esta situación con dietas inadecuadas como el caso de dietas con mucha fibra, cenas ricas en vegetales con fibra, etc. Téngase en cuenta que la fibra insoluble no somos capaces de digerirla en absoluto, por lo que es alimento de la flora y aumenta su población. Hay que recordar siempre que lo que no digerimos ni asimilamos es alimento para la flora. Además, la fibra posee una acción añadida ya que favorece el arrastre de bilis hacia el colon, de ahí su fama de facilitar la evacuación. La bilis parece tener un papel importante en la generación de movimientos peristálticos del colon.
Cuando el L.T.F. está muy bajo (9) la situación se convierte en crítica. Es un momento en el que parece que todo sienta mal. Ya no solo aquello que alimenta la flora nos sienta mal, si no todo aquello que hace trabajar al hígado ya que, recordémoslo, las limpiezas se hacen a base de bilis, por lo que el hígado ha trabajado intensamente y se encuentra en una situación de sobre-esfuerzo. Es un momento de desconcierto y de no saber qué hacer. Hay muy pocos alimentos que estén libres de grasas, fibras insolubles y, en su caso, lactosa u otros componentes específicos de cada uno. Ni siquiera las diarreas son explosivas puesto que ya no hay microorganimos en gran concentración que limpiar. El intestino casi está desnudo e irritado y la bilis que pasa por él genera dolores intensísimos, tipo cólico, y las heces son muy irritantes de un color muy vivo, solubles fácilmente y con un olor muy característico: agrio.
FASES
Haciendo un resumen, podemos distinguir:
Fase A. Normalidad. No se requiere ningún cuidado especial en la dieta. Todo sienta bien. En caso de realizar algún exceso conviene cuidar durante algún tiempo la dieta para normalizar.
Fase B. Problemas habituales. Conviene conocer los alimentos que favorecen el crecimiento de la flora (vegetales con fibras insolubles como la lechuga, espinacas, acelgas,... frutas como la naranja, pera, manzana,... o legumbres como las lentejas, garbanzos, judías,...) para evitarlos si, esporádicamente, tenemos alguna diarrea explosiva. Por supuesto, cenas exentas de nada que se digiera mal como las típicas ensaladas, con el yogurcito desnatado con frutos rojos, habituales en las dietas femeninas que pretenden cenar "ligero". Ni que decir tiene que en caso de diarreas explosivas habituales, hacer un chequeo completo de los alimentos ingeridos habitualmente y eliminar cada uno de ellos durante unos días, buscando una mejoría.
Fase C. Fase crítica. A esta fase se llega tras no haber hecho el suficiente caso a la fase anterior. Normalmente empecinados en mantener en nuestra dieta alimentos que, por malos consejos de amigos, de la publicidad o de algún medicucho insolvente, estamos "seguros" de que nos benefician. El ejemplo más típico son los bífidus y sus primos cercanos. "Si estás bien tómalos para cuidarte". A la cárcel deberían ir por aconsejar algo que no está demostrado que sea inocuo. Sólo una dieta muy muy controlada permite salir del atolladero: arroz blanco, patata cocida, pollo y pescado cocido, papilla infantil con leche vegetal, plátano, etc. No sólo hay que eliminar fibras insolubles de la dieta (sólo estoy seguro de que el plátano es un vegetal que está libre 100%) si no eliminar completamente las grasas por el desgaste que ha supuesto al hígado. Además, hay que hacer 3 comidas principales (con una ingesta muy muy controlada) y 2 comidas de mantenimiento (almuerzo y merienda) con una pequeña ingesta para evitar pasar demasiado hambre entre una comida principal y otra. Habitualmente tomo un plátano, una torta de anís y una infusión, por ejemplo.
Fase D. Pseudonormalidad. Ya nunca volverá a ser lo mismo. El sistema inmunitario aprende y le cuesta olvidar lo que aprende. La dieta siempre deberá cuidarse si no queremos volver a rebajar nuestro L.T.F.
EL CONTROL DE LA DIETA
La buena noticia es que se puede ser asintomático con una dieta cuidada. Cada fase requiere una dieta diferente (de ahí que haya hecho la distinción entre fases). Es decir, se puede estar muy mal y ser asintomático (doy fe). La diferencia con un estado normal es que hay muchos alimentos y hábitos alimenticios (como el de comer entre horas o ir a tomar el aperitivo antes de comer) que pueden producirte problemas. El principal problema, como se habrá dado cuenta el avispado lector es que no hay otra forma de conocer nuestro L.T.F. que ver hasta donde podemos llegar sin tener problemas. El problema es que una vez que sabemos donde está, cuando vemos las consecuencias de haber llegado hasta él, ya se ha reducido y es más fácil volver a caer.